Poesía+Memoria
Desaparecidos - Poemas de Mario Benedetti
Están en algún sitio / concertados
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
bloqueados por los signos y las dudas
contemplando las verjas de las plazas
los timbres de las puertas / las viejas
azoteas
ordenando sus sueños sus olvidos
quizá convalecientes de su muerte privada
nadie les ha explicado con certeza
si ya se fueron o si no
si son pancartas o temblores
sobrevivientes o responsos
ven pasar árboles y pájaros
e ignoran a qué sombra pertenecen
cuando empezaron a desaparecer
hace tres cinco siete ceremonias
a desaparecer como sin sangre
como sin rostro y sin motivo
vieron por la ventana de su ausencia
lo que quedaba atrás / ese andamiaje
de abrazos cielo y humo
cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían
están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio
“Heridos de tu ausencia” , Alberto Assadourian
Si preguntan por Amanda,
qué les digo ?
Si preguntan mis amigos
si preguntan compañeros
qué les digo ?(…)
Si preguntan por Amanda diré
que jamás conocerás olvido
como hoy, que el pueblo ha salido
en la Marcha por la Vida
clamando por los hijos
arrancados de sus filas…
“Bajo la lluvia ajena”, Juan Gelman
Yo no me voy a avergonzar de mis tristezas,
mis nostalgias. Extraño la callecita donde mataron a mi perro, y yo lloré junto
a su muerte, y estoy pegado al empedrado con sangre donde mi perro se murió,
existo todavía a partir de eso, existo de eso, soy eso, a nadie pediré permiso
para tener nostalgia de eso.
¿Acaso soy otra cosa? Vinieron dictaduras militares, gobiernos civiles y nuevas dictaduras militares, me quitaron los libros, el pan, el hijo, desesperaron a mi madre, me echaron del país, asesinaron a mis hermanitos, a mis compañeros los torturaron, deshicieron, los rompieron. Ninguno me sacó de la calle donde estoy llorando al lado de mi perro. ¿Qué dictadura militar podría hacerlo? ¿Y qué militar hijo de puta me sacará del gran amor de esos crepúsculos de mayo, donde la ave del ser se balancea ante la noche?
No era perfecto mi país antes del golpe militar. Pero era mi estar, las veces que temblé contra los muros del amor, las veces que fui niño, perro, hombre, las veces que quise, me quisieron. Ningún general le va a sacar nada de eso al país, a la derrita que regué con amor, poco o mucho, tierra que extraño y que me extraña, tierra que nada militar podrá enturbiarme o enturbiar.
Es justo que la extrañe. Porque siempre nos quisimos así: ella pidiendo más de mí, yo de ella, dolidos ambos del dolor que el uno al otro hacía, y fuertes del amor que nos tenemos.
Te amo, patria y me amas. En ese amor quemamos imperfecciones, vidas.
¿Acaso soy otra cosa? Vinieron dictaduras militares, gobiernos civiles y nuevas dictaduras militares, me quitaron los libros, el pan, el hijo, desesperaron a mi madre, me echaron del país, asesinaron a mis hermanitos, a mis compañeros los torturaron, deshicieron, los rompieron. Ninguno me sacó de la calle donde estoy llorando al lado de mi perro. ¿Qué dictadura militar podría hacerlo? ¿Y qué militar hijo de puta me sacará del gran amor de esos crepúsculos de mayo, donde la ave del ser se balancea ante la noche?
No era perfecto mi país antes del golpe militar. Pero era mi estar, las veces que temblé contra los muros del amor, las veces que fui niño, perro, hombre, las veces que quise, me quisieron. Ningún general le va a sacar nada de eso al país, a la derrita que regué con amor, poco o mucho, tierra que extraño y que me extraña, tierra que nada militar podrá enturbiarme o enturbiar.
Es justo que la extrañe. Porque siempre nos quisimos así: ella pidiendo más de mí, yo de ella, dolidos ambos del dolor que el uno al otro hacía, y fuertes del amor que nos tenemos.
Te amo, patria y me amas. En ese amor quemamos imperfecciones, vidas.
Poema de Pablo Díaz a Claudia Falcone
Hoy
me he quedado inmóvil observando en el
recuerdo
el beso que se estrellaba en el muro.
Flor o acero. Ni ángel ni desángel.
Sólo la verdad desnuda.
La voz es un reclamo de amor y un instante
duro.
Pero las manos no pierden el momento de tus
manos.
¿dónde estás, en qué tiempo, en qué mundo te
encuentro?
¿Hasta dónde estiro la mirada para verte?
Si me dieras una señal, el próximo 31 de
diciembre
me llegaría hasta vos.
No creas que no te busco, no me olvido,
pues no hubo adiós; nos dijimos hasta luego.
Por favor, que las aguas del mar te traigan
hasta mí.
O la soledad del otoño,
o las flores de la primavera.
Como quieras.
Pero no dejes de volver a lo que soñamos.
Si no es conmigo, ojalá que igual estés en
paz.
¿Te acordás?
Habíamos quedado en ir de vacaciones
o de juntarnos todos los chicos a tomar
cerveza.
Pero estoy solo, ni vos ni ellos han vuelto.
Y yo camino mirando a ver si los encuentro.
Me junto con sus madres, padres, hermanos,
tíos, amigos,
y no sé qué decirles, ¿dónde están las
palabras para ellos?
Todavía no he aprendido a no desafinar,
¿y las idas a las villas?
¿Qué es esto de sobreviviente? ¡Por favor!
Que algún día los encuentre.
Dardo
Sebastián Dorronzoro
Me declaro culpable, muy bien, pero
debo advertirles
que ya ustedes me mataron, me enterraron,
me borraron todas las arrugas y las lágrimas
de mis hermanos,
y me dijeron
que te diviertas con los gusanos, pero
olvidaron
de borrar
las huellas
que mis pasos marcaron
en tantas calles y caminos del mundo.
Verbo
irregular, Roberto Jorge Santoro
yo amo
tu escribes
él sueña
nosotros vivimos
vosotros cantáis
ellos matan.
Poema para vos, Julio César Campopiano
Necesitamos estar juntos esta vez.
Necesitamos reencontrarnos en los ojos,
reconocernos las miradas
hasta el final del brillo.
Volver a reírnos a cada paso
entre la gente,
y caminar sin rumbo o hacia el sol.
Necesitamos sabernos de una manera
o de otra,
de una idea o de otra;
pero siempre
siempre del lado definitivo.
Podríamos olernos
a la mañana en el desayuno,
a la tarde en un café,
a la noche en todo el cielo
o solamente en el reloj.
Y descubrirnos desertores de la formalidad,
vanidosos devotos de las cosas simples.
Podríamos caminar el otoño de punta a punta,
sin pisar las hojas,
adivinando que nos necesitamos.
Volveríamos a reeditar lluvias
en la pantalla de la vida,
a olvidarnos del silencio,
a charlar en secreto con la soledad
de la noche.
Querríamos creer que existe un cielo
para un obrero explotado,
y daríamos feroces gritos de oposición
a la injusticia.
Intentaríamos barrer
el frío de los piececitos pobres
y tirarlo en el umbral de las mansiones.
Estaríamos seguros de una de las manos,
de la otra,
de la mirada ajena al día,
del recuerdo de nuestro futuro.
Necesitamos decidirnos
a meternos en la piel de la realidad
de esta realidad que llega al alma de
la bronca,
de la importencia y
del valor de rebelarse.
Queremos aplastar los palos,
las armas y los odios,
todo,
todo contra un puñado de verdades.
Reconozcamos el camino de regreso
a nuestra vieja lucha,
vivamos del momento,
creamos que juntos es mejor.
Hoy
de nuevo el frío duele adentro,
y de nuevo la lluvia pega fuerte
en la nostalgia.
No quiero sacarme la imagen de la mano
y de los ojos,
ni proponer la solución de nada.
Solamente quiero decir que he pensado
que queda poco tiempo para resucitar
el cadáver de los sueños,
para rejuntarnos en las esquinas,
empuñar un par de broncas,
de ideas,
y emprender la nueva lucha
por el hombre y por los hijos.
Necesitamos estar juntos esta vez.
Necesitamos reencontrarnos en los ojos,
reconocernos las miradas
hasta el final del brillo.
Volver a reírnos a cada paso
entre la gente,
y caminar sin rumbo o hacia el sol.
Necesitamos sabernos de una manera
o de otra,
de una idea o de otra;
pero siempre
siempre del lado definitivo.
Podríamos olernos
a la mañana en el desayuno,
a la tarde en un café,
a la noche en todo el cielo
o solamente en el reloj.
Y descubrirnos desertores de la formalidad,
vanidosos devotos de las cosas simples.
Podríamos caminar el otoño de punta a punta,
sin pisar las hojas,
adivinando que nos necesitamos.
Volveríamos a reeditar lluvias
en la pantalla de la vida,
a olvidarnos del silencio,
a charlar en secreto con la soledad
de la noche.
Querríamos creer que existe un cielo
para un obrero explotado,
y daríamos feroces gritos de oposición
a la injusticia.
Intentaríamos barrer
el frío de los piececitos pobres
y tirarlo en el umbral de las mansiones.
Estaríamos seguros de una de las manos,
de la otra,
de la mirada ajena al día,
del recuerdo de nuestro futuro.
Necesitamos decidirnos
a meternos en la piel de la realidad
de esta realidad que llega al alma de
la bronca,
de la importencia y
del valor de rebelarse.
Queremos aplastar los palos,
las armas y los odios,
todo,
todo contra un puñado de verdades.
Reconozcamos el camino de regreso
a nuestra vieja lucha,
vivamos del momento,
creamos que juntos es mejor.
Hoy
de nuevo el frío duele adentro,
y de nuevo la lluvia pega fuerte
en la nostalgia.
No quiero sacarme la imagen de la mano
y de los ojos,
ni proponer la solución de nada.
Solamente quiero decir que he pensado
que queda poco tiempo para resucitar
el cadáver de los sueños,
para rejuntarnos en las esquinas,
empuñar un par de broncas,
de ideas,
y emprender la nueva lucha
por el hombre y por los hijos.
DECIAN, Christian Malattia
“El silencio es salud”
decían en los 70
y, cada tanto,
a uno que
no se quedaba mudo
lo sumaban a la lista…
“No te metás”,
decían los vecinos
a su hijo pelilargo
y él, que no escuchó bien,
se fue en un auto verde…
“Somos derechos y humanos”
decían en la tele
que era blanco y negro,
pero por suerte
llegó el color…
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